lunes, marzo 27, 2006

NOCHE DE SABADO EN JUEVES

El bar estaba lleno esa noche, mucho mas de lo acostumbrado, una noche de sábado en jueves.
Cómo podían, las personas fumaban cervezas y otros tónicos apoyados en la barra topándose los ojos o mirando en forma fanático-frenética el partido de Argentina o ¿Brasil?, La psicosis del mundial, mucho humo, mucha nostalgia de tango entre tanta mezcla y yo, que nací para ser mendigo busco alguien que quiera encontrarse con mi mirada.
Gana 2 / 0 alguno de los dos equipos y el alcohol me gana por otro tanto.
Estos cigarros son una porquería, pero los snobs ahora encuentran “out” de poco gusto fumar. De un día para otro la conciencia ecológica sorprende, y aburre.
Es un buen antro algo tiene que no te cansa, olor a viejo y no lo es, pocas cosas y mucha gente, cuesta caminar para llegar hasta el baño.
Ahí está, justo al pie de la escalera con una lata en la izquierda y un cigarro en la derecha y parece que viene saliendo de un ataque de algo o de nada. Está solo a ratos, los ratos en que no llama al camarero por otra cerveza.
Ahí está, encontró la mirada, mendigo.
Y en la pasada para el baño hace un ademán de chico ingenuo, carreteado.
Hoy soy un ángel custodio, no llevo maquillaje ni llanto acumulado en los ojos por tres días.
Ingenua y delicadamente, respondo el ademán.
Tranquilo.
El baño evacuó cañerías abajo gotas de dolor acumulado y otros cuentos comunes a esta especie humana descubierta por Costeau a bordo del Calipso.
Delgada e impecable, desmaquillada y decente aparezco en el espejo. Toda una señorita del Santas Madres Inmaculadas del Grandioso Corazón de Inglaterra, hablando un par de idiomas además del propio, como corresponde a las de mi casta.
Todavía estás ahí, le digo con la mirada.
Espero aquí, me gusta tu pelo, responde con la suya, mientras me pide que no me moleste pero que me invita una cerveza.
Quizás que reacción tendrían en mi casa si llego con este tío. Aro en la nariz y en la oreja, rapado a lo esquizofrénico y de negro hasta la muerte.
Nos fuimos caminando hasta mi auto
Le metí sandalia, perdón zapato de tacón bajo, sólo las putas usan tacón fetiche, y disfruté al poner mi mano en su entrepierna viendo la cara de imbécil feliz que puso, esa de “aquí te las traigo” o “nena, yo me las sé todas que vengo de vuelta”
Camino de Farellones, me dio lata.
Di media vuelta y me lo lleve por otro lado mas piola, también en la pre-cordillera.
El imbécil sonreía.
Juraba que era interesante.
Debo admitirlo, fue algo mas satisfactorio que el último.
Entramos en el auto, no lo resistí, y su ego fue quemado por mi encendedor al prender mi cigarrillo.
Parece que le dolió.
Se bajó del auto chillando, me ponen de mal humor los hombres chillando, si no hubiera chillado quizás no le hubiera pasado el auto por encima.
Llegué algo tarde a casa, peque un resfrío.
Esta noche me acordé de esa noche y de ese último hombre.
Y volví al claro donde lo dejé.
Estaba tal cual, entre congelado y medio podrido.
La memoria es tan frágil, que nadie recordó nunca que él ya no estaba.
Pobre imbécil, mendigo como yo.
Deberías estar agradecido.
Aro en la nariz y en la oreja, rapado a lo esquizofrénico, y de negro. Hasta la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.