lunes, marzo 27, 2006

El Paisaje Y su Sombra

A diferencia del espacio geográfico el paisaje no ha existido siempre.

El paisaje no es una realidad en sí separada de la mirada de quien lo contempla es la medida subjetiva de un espacio geográfico. Es la densidad visual de lo que se podría llamar “la menor entidad microscópica posible” lo que engloba dos microcosmos: el hombre y la ciudad.
El paisaje es el asunto de una intención sin proyecto.
Requiere de una estética de la impureza una actitud en que la contemplación significa sabiduría.

Una primera definición de las propiedades del paisaje deja adivinar que solo el viajero es verdaderamente digno de el. El viajero parece guiado por un demonio divino que ofrece una mejor participación en la vida, el paisaje es como una gracia constante del espíritu da lo que no necesita para ser distribuido.
El turista toma la pista trazada de una vía racionalmente determinada, todo está regulado lo mejor posible para sus “impresiones”. No viaja, no busca, no vive un espacio geográfico en el paisaje, da una “vuelta” (hace un tour) con ayuda de una lógica artificialmente importada al espacio geográfico. Confirma in situ una localidad prevista en un mapa o una postal, nunca pierde sus costumbres y su álbum de fotografías descansará junto al prospecto de la agencia de viajes…en algún cajón de un estante.
Su intención es también hedonista, su lógica la del placer, del ocio del tiempo perdido el turista invade un espacio geográfico que en realidad le deja insatisfecho su mirada -demasiado alejada- no respeta la justa distancia entre hombre y paisaje, es un explorador sin aventura, observa, espía, informa, refiere pero…no descubre.
Su antagonista es el explorador que cartografía una tierra que no se reconoce aun en verdad, prosigue sin detener su curso, pero ni el explorador ni el turista se ven cambiados por su viaje ninguno de los dos ha habitado verdaderamente el espacio geográfico, conquistan “la imagen del lugar”
Habitar es habituarse a un paraje y apropiarse de su tierra en tanto que espacio geográfico.
Habitar un espacio geográfico tampoco es la formula que enseña a viajar.

El aventurero habita la naturaleza y el entorno geográfico, social y económico vernáculo mejor que cualquier otro viajero, explorador o turista, explota el espacio geográfico con vistas a su mayor provecho. Su perspectiva no es estética sino accidentalmente.

El explorador el turista y el aventurero pueden tomar parte en la contemplación del paisaje pero esta no es su disposición dominante.
Solo el viajero, el paseante tiene una relación autentica con el paisaje su intención estriba por completo en la comprensión estética del lugar con independencia de un objetivo practico considerando que actitud y perspectiva están ligadas, el desarrollo de una no se realiza sin la otra.
El explorador más antiguo es el viajero y este más antiguo que el turista.
Un quinto tipo es el conquistador, un aventurero político convencido de la racionalidad de su empresa, menos humilde que el aventurero se remite al destino.

A estos corresponde modos distintos de sensibilidad y de acción
Traducido a términos: tierra, país, paisaje, lugar. El explorador, el aventurero, el viajero, y el turista, son conceptos cardinales en la genealogía del paisaje.

El aventurero, y el conquistador combinan audacia y prudencia (entendida como sabiduría practica)

El viajero se caracteriza por el olvido del objeto y por conceder una mayor atención al camino. La libre disposición del espíritu y su calma contrastan singularmente con el apresuramiento y la urgencia que caracterizan al explorador, al aventurero y al turista. Este último necesita optimizar su inversión de “tiempo libre”

El viajero (wanderer, del alemán, intraducible al español, pero cercano a maravillable aunque no del todo) caminante, paseante de largas marchas o el vagabundo aprecian el camino (la ruta) del viaje que es en si una meta sin concepto, sin objeto sin un fin sino pensar, soñar y existir. Casi no se preocupa del fin último de su curso, solo le interesa el itinerario, descubre para si mismo.
La travesía del paisaje significa una duración concreta. El viajero contempla un pasado aun cercano y un futuro lejano. El paisaje manifiesta la lógica circular de un tiempo cíclico. La comprensión exacta de que es capaz el entendimiento histórico respecto del paisaje occidental, justificado en sus orígenes ideológicos por la instauración de nuevas relaciones entre el hombre y la naturaleza a partir de los siglos XV y XVI.

En Oriente y Occidente responden a filosofías muy diferentes.
Las primeras apreciaciones estéticas del paisaje surgieron en china y luego en Japón en el siglo V DC con el concepto shanshüi (literalmente montaña-agua) y se refería a la trayectoria adecuada de las flechas de los tiradores al arco. El paisaje occidental aparece como invención de la pintura flamenca en el siglo XVI.
Se debe comenzar por considerar el paisaje tal y como es practicado por el paseante.
En la época del nacimiento del humanismo se plantea la cuestión tan simple y evidente que parece trivial y sin importancia del paseante, del viajero mismo ¿Quién es? ¿Cómo describir su retrato?
Eso es lo que está en juego en una genealogía del paisaje no se ancla solamente en el determinismo de la visión en perspectiva.
Parece significativa la similitud de actitud y perspectiva de intención y de espíritu que caracteriza al hombre que viaja sin objetivo preciso como espectador “desinteresado” y amigo del paisaje.
Reconocemos en el viajero a un hombre de perspicacia jovial, sensible a los problemas concretos de la duración y del espacio, de la memoria y de la visión, del cuerpo y la respiración, de la medida, al fin y al cabo. Le gusta dialogar con un país atravesar una realidad cuyo itinerario aunque libremente escogido reconoce ciertos límites obligados.

El espacio geográfico es esa base común a partir de la cual se hace posible una práctica transcultural del paisaje

El viajero se representa a si mismo actuando aquí donde está, allí de donde viene y allá donde va, su perspectiva no es abstracta está especialmente determinada y enteramente penetrada por su situacionismo y su participación del espacio geográfico-paisaje.
Si bien responde a una estética esta no se distingue nunca de una moral que modifique sus principios.
Según Kant el espectador se complace en la representación del objeto pero no debe interesarse en su existencia.
Para el viajero pasearse, trasladar su cuerpo “correr mundo” no es indiferente. La vía hace al viajero, como la vista al espectador.
Su estética rinde homenaje a la ruta. Sus pasos son un acto de gratitud un homenaje que glorifica al cuerpo, a la tierra, la actitud y la perspectiva y celebra la unión del alma y del cuerpo, del país y del paisaje, el paisaje con el se hace carne se arraiga en una materia viva.

Hablar del paisaje debe ser tomado en dos sentidos
Hablar sobre el paisaje
Hablar a partir de el.

La estética del viajero se interesa por el lugar y no por su imagen todas las cosas pertenecen a una mirada fragmentaria, cambiante y finita.
El viajero está. No se instala, tampoco reside, pues se volvería sedentario y eso contradiría el hecho de viajar.
El paisaje del viajero es la expresión espacial de una temporalidad vivida.

La diferencia entre paisaje real y representado es importante
El eremitismo de la fuerza es el del viajero, busca distanciarse para regresar a su comunidad. No es un hombre de fe, solo apela a si mismo.
No tienta al destino como el aventurero no se siente revestido de ningún ideal no es mártir no es héroe solo trabaja en si mismo su voluntad no se ofrece a la vista, goza del paisaje para si mismo.
Su historia es la única que hace posible una relación autentica con el paisaje. Es un escéptico voluntario: solo cree lo que quiere, lo que crea, lo que él organiza.

Es un hombre de gran deseo y de gran desprecio, no busca gran cantidad de deseo ni de desprecio, pero obtiene lo grande del deseo y del desprecio.

Su actitud reside en su perspectiva y viceversa. Su contemplación es un ejercicio considerativo.
Desde una estética de la imagen física y del ideal simbolizado por esta se accede a una estética equivoca del espacio concreto, una “estética de la impureza” en palabra de kessler, entretejidas de consideraciones no estéticas.
No se aliena con ningún principio ni moral. Es pura disponibilidad, apertura a una felicidad gratuita de instantes y eternidad, una toma de consideración experimental del tiempo, su relación con el paisaje pasa y dura a la vez. El paisaje se determina así como un lugar de felicidad a escala del tiempo humano.

Y aquí aparece el paisaje:
El asombro ante las variaciones mas importantes y las mas ínfimas sobre el tema de la permanencia y de la perennidad transformándose en el único depositario reflexivo de su complexión en diversos planos de temporalidad.


Fuentes: M Kessler, el paisaje y su sombra. F Nietzche, El viajero y su sombra (Humano, demasiado Humano)

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